lunes, 29 de abril de 2013

Poema a mi amiga Paula Cuadra

Ondulante mar de plata sonríe en tus ojos
y fundes tu alma de piruleta en el bosque umbrío.
 
Cruzaste el puente de hierro incondicional, 
de abrazos de raso fulgurantes lo envolviste.
 
Ascendiste al torreón bravío, olvidado ...
vas lloviendo pedacitos jubilosos.
 
Una flor nueva de color melaza,
bajo los árboles danzarines del río claro,
nace y se abre paso:
canturrea tu reflejo de ninfa.

domingo, 28 de abril de 2013

De la Iliada y la Odisea

Pensamientos clásicos para el hombre de hoy que sigue siendo el mismo de ayer, es decir : nadie. Mal que le pese a nuestro ego como a Ulises que primero le cuenta al cíclope que es nadie y más tarde se arrepiente y orgulloso le exhorta su nombre, causando su propia perdición y condenándose a no poder regresar a su hogar durante años...Ítaca lejana...

"—¡Oh, cuánto se quejan los hombres de los Dioses! Dicen que las cosas malas les vienen de nosotros, y son ellos quienes se atraen con sus locuras infortunios no decretados por el destino..."



"...Cual la generación de las hojas, así la de los hombres. Esparce el viento las hojas por el suelo y la selva, reverdeciendo, produce otras al llegar la primavera: de igual suerte, una generación humana nace y otra perece..." 

"Calipso, la divina entre las deidades, me detuvo allá, en huecas grutas, anhelando que fuese su esposo; y de la misma suerte la dolosa Circe de Eea me acogió anteriormente en su palacio, deseando también tomarme por marido; ni aquélla ni ésta consiguieron infundir convicción a mi ánimo. No hay cosa más dulce que la patria y los padres, aunque se habite en una casa opulenta, pero lejana, en país extraño, apartada de aquellos."

viernes, 26 de abril de 2013

Poemario: Poemas rescatados


Hasta el fin del mundo
Entraste en mi vida y reventaste mi sueño.
Cepillabas con cadencia mis cabellos enmarañados, una y otra vez y
otra vez.
 
Todos los soles y las lunas dejaron de posarse en mi piel.
Robaste su esplendor y me pintaste con él.

Supe que estaríamos juntos hasta el fin del mundo:

Jusqu'à la fin des mondes…


Al arrullo de tu voz

Al arrullo de tu voz me dejo ceñir por Orfeo.
Duermo abrazando mi piel contra tu piel alejandrina.
Los azulejos desconchados, el agua de la fuente quieta.
Arranca el sol entre las montañas y acaricia nuestra estampa
de noches gastadas.


Irlanda
Bajo los acantilados te espero,
como el ave de plumas caídas que
duerme en el otoño, desnudo y cobrizo.

El viento mece sus alas y mis cabellos.


Se desvanecen las manillas celtas, las horas mueren.
Duermo, te espero, como el ave temblorosa...






miércoles, 17 de abril de 2013

Poemas para recordar

Lorca fue un poeta universal porque como los grandes artistas dejan de pertenecer a un pueblo, a España, para ser de todos.

Hoy sigue vivo y es que las palabras son difíciles de borrar (1898-1936).




"Lucía Martínez

Lucía Martínez.

Umbría de seda roja.


Tus muslos, como la tarde,

van de la luz a la sombra.

Los azabaches recónditos

oscurecen tus magnolias.


Aquí estoy, Lucía Martínez.

Vengo a consumir tu boca

y a arrastrarte del cabello

en madrugada de conchas.

 
Porque quiero y porque puedo.

Umbría de seda roja."

martes, 16 de abril de 2013

Un peine redentor

Unos ojos aceitunados encañonan, sin miedo, a la cámara fotográfica. Un rostro iluminado de soslayo por el sol de julio refleja a una niña de casi cinco años, sin embargo su mirada es la de alguien que ya ha experimentado hondos avatares emocionales.


Está apoyada en estado quiescente sobre una pared rugosa de cal, tiene un brazo dibujando un triángulo escaleno, y sujeta firmemente un peine de negra melancolía. La foto recoge el instante decisivo en el que Hannah se está cepillando: arrastrando recuerdos y borrando con apremio cualquier raya en su pelo.


Acaricia esa imagen oxidada que le tomó su padre diez veranos atrás, se reconoce en ella como cuando uno se mira al espejo, intuyendo lo que bullía entonces en su cabeza deshilachada.


Una melena titilante de destellos de fuego resplandece sobre su piel clara. Una boca rotunda y unas orejas picudas enmarcan su fisonomía.


Desde que su madre murió  no consentía que nadie la peinase. Su vida se partió por dentro en dos mitades cascadas. Como un caracol iba siempre con un bolso el doble de grande que ella y en su interior: el peine de púas redentor. Hannah se consolaba hundiéndolo en su revuelta cabellera. Encontraba cobijo en ese gesto que repetiría durante años incansablemente, vendando un pasado gelatinoso.


lunes, 15 de abril de 2013

Frases para la eternidad

"¿Que hay quien intente reinar,
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí
de estas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son."

(La vida es sueño, Pedro Calderón de la Barca, 1635)

martes, 9 de abril de 2013

Relato: La verdad duele, la mentira mata

El viento empujaba los árboles y lloviznaba. Claudia y Juan cruzaban de la mano el paso de cebra, de nuevo llegaban tarde al colegio. Su padre se había vuelto a quedar dormido pero la chica que ayudaba en casa llegó a tiempo para despertarles.

Juan acababa de cumplir trece años tenía una mente geométrica, no era el más alto de su clase ni el más callado y tenía unas pestañas muy largas. Claudia era dos años menor, rubia como su hermano y especial; se metían con ella en el colegio porque a veces se chupaba el dedo. Juan le repetía a su hermana que tenían que querer a su padre y - mucho más ahora que está enfermo y aunque haga cosas extrañas-; por las mañanas desayunaba un tazón de café con un chorro de whisky mientras ellos tomaban un tazón de leche con cereales.
 
Su madre había desaparecido las vacaciones pasadas, su padre dijo que se había ahogado en el mar, un día que había mucha resaca. Ellos no lo vieron, estaban en un campamento mientras sus padres y otro matrimonio se habían ido a la playa. Nunca más se volvió a nombrar a su madre.
 
Todos los días, desde la ausencia de su madre, en la casa se oían gemidos de noche, los marcos de las fotos se caían al suelo y los muebles se movían solos. Además con la llegada del frío el padre no quiso poner la calefacción y sólo se podía encender la luz a partir de las nueve de la noche. Era un hombre corpulento con el pelo hirsuto y canoso, vestía camisas viejas, fruncía el ceño a menudo y fumaba tabaco en pipa durante todo el día. No dejaba a sus hijos entrar en su dormitorio sin permiso ni abrir el arcón que había a los pies de la cama, tampoco podían ver la televisión.


Claudia se sabía de memoria las normas inviolables, sin embargo una noche llegó sonámbula hasta la habitación de su padre, estaba leyendo muy concentrado en la cama y al ver a su hija entrar, en camisón y con los ojos en blanco, se levantó de golpe: iba a abrir el arcón, le dio un grito – ¡Claudia no!, niña entrometida- . La niña se despertó y vio como sus manos estaban forcejeando para abrir el arcón. Miró a su alrededor, clavó sus ojos en los de su padre, se quedó petrificada y se obligó a caminar. Salió del dormitorio encorvada y se chupó el dedo gordo, estaba salado. Un escalofrío se instaló en su nuca.
 
Antes de comer o cenar su padre acostumbraba a beber. Iba agazapado hasta el carrito de bebidas alcohólicas del salón, miraba a su alrededor, por si alguien pasaba por ahí, abría su botella preferida, miraba de reojo otra vez y daba un trago largo; saboreaba el whisky, miraba hacia la ventana y empezaba a dar pequeños sorbos con el tapón y sonreía. Luego unas lágrimas resbalaban hasta sus labios y tomaba otro chupito.
 
Durante un largo rato realizaba este ritual etílico y se iba tambaleando hasta su sillón. Después se ponía a leer el periódico, le temblaban las manos pero nadie le había descubierto.
 
Cuando llegaban los niños del colegio, se acercaba a ellos y les abrazaba balbuceando:- nunca dejéis solo a vuestro padre, os quiere tanto y todo lo que hago en la vida es por vosotros- y se echaba a llorar con la cara roji- morada. Claudia huía rápidamente de sus brazos y su hermano iba detrás de ella.
 
- ¿Por qué se pone papá así? No me gusta nada-, se quejaba Claudia.
-Son cosas de mayores, venga tontita no te asustes, papá está enfermo-, contestaba Juan y le ponía la televisión muy bajita mientras su padre leía el periódico.
 
Una noche, antes de cenar, los niños estaban en el cuarto de estar hablando de sus cosas. Claudia le decía a su hermano:- ¿tú no oyes a alguien llorar por las noches?
- No, nada, duermo como un lirón-, contestaba Juan.
- ¿Y qué es un lirón?-, preguntaba Claudia.
-Un animal que duerme mucho, lo que deberías hacer tú-, replicaba Juan.
- Juan, desde que mamá no está con nosotros, en casa pasan cosas raras y  huele como a toalla mojada-, insistía la niña.
- Pues sí, todo es distinto, papá está cambiado. No sé, parece que la casa está triste también pero no te preocupes, no tengas miedo-, le decía Juan mientras jugaba con la Xbox.
 
- Podíamos decirle a papá que nos dejara ir a dormir a casa de los abuelos, allí seguro que hace menos frío y nos dejan ver la tele -, añadía Claudia.
-A lo mejor se lo pregunto a papá pero quizás él también tenga miedo de estar solo por las noches en casa.
-Sí, pobre papá, él duerme solo. No como nosotros, ¿verdad Juan?
- Verdad tontita, yo también echo de menos a mamá. Aún no entiendo qué le pasó en la playa, imagino que son cosas de mayores.
- Yo sé que mamá de pequeña ganó medallas de natación, me lo dijo en un sueño.
- ¿En un sueño? Eso es imposible, los muertos no pueden hablarnos.
- Pues yo hablo mucho con mamá, está preocupada por nosotros. Dice que lo mejor es que nos vayamos a vivir con los abuelos.
- Me das miedo, no repitas más eso que acabas de decir.
- Pero es verdad, mamá viene por las noches a mi cuarto y me peina. Me dice que papá se ha vuelto muy malo y que tengamos cuidado con él.
- Papá está enfermo, tiene un problema Claudia, ¡no lo entiendes!
- Sí, lo sé pero mamá dice…
- Oye, ¿no tienes hambre?, anda vamos a ver si ya está la cena.
 
En ese momento la chica que les cuidaba llamó a todos a cenar.
Los tres se sentaron rápidamente y sin mirarse demasiado empezaron a cenar. Ninguno se puso la servilleta en el regazo. La chica se despidió –hasta mañana, buenas noches- el padre asintió con la cabeza y siguió comiendo; los niños se despidieron de ella – ¡hasta mañana!
 
Cuando estaban en los postres el padre le pidió a su hijo que fuera a por su pipa, frunció el ceño, y apartó su plato. Quería fumar inmediatamente. En eso sonó el teléfono de la cocina. Se levantó llevando consigo una copa de vino. La puerta de la cocina se cerró sola. Claudia se quedó en la mesa terminando de cenar mientras Juan iba a buscar la pipa. Un escalofrío se instaló en la nuca de la niña de nuevo.
 
Juan entró el dormitorio de su padre, hacía frío y las ventanas estaban empañadas.  Encendió la lámpara de la mesita de noche. Miró en el bolsillo de la chaqueta que estaba sobre la cama. Buscó en la cómoda, no la encontraba. Hacía más frío, era húmedo y su padre gritaba su nombre.
 
De repente, la lámpara se cayó al suelo. Dio un brinco hacia atrás chocando con el arcón, éste se movía y se abrió de pronto. Le temblaban las piernas y sudaba tanto que las pestañas no le dejaban ver con claridad lo que había dentro. Olía a algas podridas y oía un gemido como un pitido de barco.
Se arrodilló para meter la cabeza en el arcón hediondo de su padre. Metió ambas manos hasta el fondo y tocó una toalla mojada, tiró de ella para mirarla a la luz. Pero un brazo huesudo se lo impidió y le susurró –Vete de esta casa, llévate a tu hermana, has descubierto el secreto de tu padre. Se volvió loco de celos y ... es peligroso-.
 
Juan se tapó la boca para no gritar. Tenía el rostro color ceniza, se secó las manos en el pijama y salió de la habitación volando, sin la pipa. Oía como un eco a su padre que continuaba llamándole:
– ¡Juaaan! ¿Has encontrado mi pipa?- y siguió hablando por teléfono.
No contestó, iba andando en zigzag por el pasillo. Se le escapó un poco de pis y respiraba con ansiedad.
Cuando llegó al comedor vio a su hermana que seguía terminándose unas natillas con canela. Se acerco a ella, le quitó con fuerza la cuchara de las manos y Claudia gritó:
- ¡Pero qué haces, qué pasa!
 
Juan le puso un dedo en la boca en señal de silencio, olía mal, cada vez peor. Claudia vio su propio reflejo borroso en la cuenca de los ojos de su hermano. Los dos temblaban compulsivamente. Otra vez un viento helador rozó su nuca.
 
Cogieron los abrigos, dinero y las llaves de la casa. Los hermanos se dieron las manos y ella le agarró fuertemente. Abrieron la puerta mientras oían a su padre llamar a gritos a su hijo, sin parar. La puerta principal se cerró sola de un portazo y Juan dijo:- Nos vamos a casa de los abuelos, ya no volverás a pasar más miedo, tontita.

domingo, 7 de abril de 2013

Grandes escritores que releer

Hay libros que nos hacen leer por obligación y es una lástima, porque si uno se para a pensar y los abre de nuevo, se puede encontrar un tesoro, un mundo por descubrir; como en este fragmente de Las nubes que pertenece a la obra Castilla de Azorín:

"La existencia, ¿qué es sino un juego de nubes? Diríase que las nubes son "ideas que el viento ha condensado"; ellas se nos representan como un "traslado del insondable porvenir". "Vivir—escribe el poeta—es ver pasar." Sí; vivir es ver pasar: ver pasar, allá en lo alto, las nubes. Mejor diríamos: vivir es ver volver. Es ver volver todo en un retorno perdurable, eterno; ver volver todo—angustia, alegrías, esperanzas—, como esas nubes que son siempre distintas y siempre las mismas, como esas nubes fugaces e inmutables."



miércoles, 3 de abril de 2013

Libros que dejan huella

Platero y yo de Juan  Ramón Jiménez
 
"Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se
diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de aza-
bache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su
hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas. . .
Lo llamo dulcemente: "Platero?", y viene a mí con un trotecillo
alegre que parece que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal . . .
Come cuanto le doy. Le gustan naranjas, mandarinas, las uvas
moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina go-
tita de miel . . .

Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña . . .; pero
fuerte y seco como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos,
por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos
de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:

-Tiene acero . . .
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo."

 

martes, 2 de abril de 2013

Poemas robados

Reflejo
A ti te quiero, de rodillas y sardónico, a ti.
A ti, frente a mi lecho derrumbado, te quiero.

Con el viento bailando entre mis cabellos enmarañados
te desvelo.

Y, te desafío a un duelo: a ti.
A ti es a quien quiero.

 

 Á la tombée du jour

Suave es la tarde, nuestros cuerpos tenían hambre.
Soy la misma de aquel plenilunio marino,
me encontré en la orilla del estanque Retour.

Suave es la tarde.
¿Me buscas?
L' après-midi est tendre.

Bajo rayos de sol, derretidos, un petit vent y sin lluvia punzante,
nuestros cuerpos tienen hambre.

Caemos el uno sobre el otro,
dóciles y vencidos...
Le soleil non sera de retour, on s'embrassera dans le cou.

Suave cae la tarde.