Estamos obsesionados con una vida suave, sin cambios inesperados, donde vivamos para siempre en un Edén de belleza compacta en el que no nos tengamos que despedir de los que más queremos...
Antes idolatraba esa perfección añorada, aspiraba a ella con ansia y me desilusionaba si no la encontraba, ahora sin embargo, la abomino, la huyo, prefiero sentirme viva, alerta, triste, defraudada, perdida, ver como cambia mi cuerpo y la sociedad, no saber atenerme a ciertas personas y momentos, ser torpe y luego meditar, aprender de lo que he hecho o no y de lo que digo o callo.
Todas las leyendas, cuentos y los mitos son unos referentes para mantener vivo el deseo de aventura y acción que el ser humano lleva en su interior, sin ellos, como el Shangri-La, sería todo sería muy aburrido.
Aunque no hay que olvidar que no es lo mismo soñar que vivir despierto. La fantasía es necesaria, el problema es confundirla con la realidad, manipular la vida para hacerla a nuestro gusto, eso sí que me asusta. Con los gadgets tecnológicos estamos infantilizados creando personajes y mundos infinitos a nuestra medida (y manera) pero que no son auténticos. Queriendo controlar todo, mirar la APP del tiempo que hará o el tráfico que habrá, saturados de información... repito me asusta.
Miedo a la soledad, al vacío, al final, al silencio, a lo oscuro que hay en nosotros mismos, en definitiva a La Nada que aparece en el libro de Michael Ende: La historia interminable.
Magnífico!! Me he sentido tremendamente identificado con tu relato.
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