Me gusta que me despierten con un
abrazo impetuoso cuando estoy adormilada y lo onírico se funde con la realidad
brumosa; cuando mi respiración es una canción de cuna. Me gusta abrir las manos y cerrarlas con fuerza para sentir la sangre correr como un volcán.
Me gusta sentir que mi amado piensa en mí inesperadamente, me besa en la nuca o me acaricia como si
fuera un membrillo en extinción. Me gusta
No me gusta los ruidos que no sé de donde vienen y retumban en mi cabeza. No me gusta caminar por el día incierto y volver a empezar, no me gusta la verdad abrupta. No me gusta despedirme, dejar atrás momentos sostenidos en el aire. No me gusta.
Me gusta que las horas se deslicen,
sentir el viento rozando mi cabello, una mano firme y suave que me lleve de
paseo, no distinguirme con los sauces que esperan al río antes de ser riachuelo. Me gusta sentir que soy del bosque como una mariposa atolondrada recién nacida, perseguir el olor a leño de una hoguera abandonada, salir del reino de los edificios vacíos por fuera y llenos por dentro.
No me gusta mirar el reloj, obedecer
a los hombres altos y con corbata. No me gusta aburrirme, dejar mi cuerpo
olvidado en un rincón. No me gusta bajar al trastero mental donde viven
entumecidos culpa y rencor, ni subir al desván neuronal a encontrarme con
las ilusiones cándidas. No me gusta.
Me gusta ser invisible, no me gusta ser
objeto de disección; me gusta guardar secretos, no me gusta que los demás
decidan por mí; me gusta la sublime belleza de lo sencillo, no me gusta delinear
mi destino.
Me gusta amar y no me gusta que me castiguen. No me gusta no entender a los demás pero menos a mí misma. Me gusta la soledad y el vértigo vital a sorbitos. No me gusta que la luz del amanecer me salpique en los ojos y me despierte.
No me gusta someterme a las tentaciones hipnotizadoras que enroscan hasta soltarte en un profundo abismo. Me gusta azotar la piel de la vida. Me gusta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario