Un viejecito está en un banco dando de comer a unas palomas,
saca del bolsillo de su chaqueta migas de pan mezcladas con monedas. El sol se
colorea de mediodía y en el suelo del parque se va dibujando un telar de
excrementos y hojas otoñales.
De pronto el anciano siente unas voces interiores, un ángel y un
demonio se han acercado a su nuca y le susurran al mismo tiempo algo al oído.
Se rasca fingiendo que tiene una pelusa, no quiere escuchar, suspira y sigue
dando de comer a las torcaces más grises y pelonas.
Se ha quedado dormido con una cándida sonrisa, el silencio
invade su espacio. Ángel y demonio lo desean como trofeo ulterior. Anochece y
su cuerpo continúa en el banco frío, ladeado, las palomas desagradecidas le pican
la cabeza y la luna le enfoca con ternura.
Buenísima historia!!!! me ha encantado
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